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Uno de los momentos más inquietantes de una consulta dermatológica es aquel en el que el médico debe responder a una pregunta cuya respuesta es compleja, a menudo difícil de entender. La relación médico-paciente se sustenta en una comunicación fluida, que no siempre es fácil.
Esta situación se plantea a menudo cuando los progenitores de un niño, en cierto modo impacientados, quieren saber por qué su niño, que crece adecuadamente y que carece de enfermedades aparentes, está inquieto y se rasca continuamente la piel: al desvestirse, al despertarse, por la noche mientras duerme, en el colegio…, en cualquier momento.
Independientemente de que tenga o no lesiones cutáneas eccematosas en ese momento, es evidente que la calidad de vida del niño y de sus familiares se ve alterada. A menudo han acudido previamente a diferentes médicos, han comprado numerosos productos tópicos, han cumplido consejos caseros y, cuanto menos, peculiares, y no han encontrado resultados satisfactorios.
Y ahí llega la pregunta difícil: ¿por qué a mi hijo le pica la piel?
La piel del niño con dermatitis atópica pica porque está seca. Y esta seca porque la composición molecular de la barrera epidérmica es defectuosa, a expensas fundamentalmente de la proteína epidérmica filagrina. El porqué de este defecto estriba en factores genéticos, por una mutación del gen que la regula. Se produce así una menor producción de los lípidos naturales de la epidermis (ácidos grasos y ceramidas) y una pérdida de agua desde la epidermis.
Pero, además, hay que tener en cuenta que la barrera epidérmica es una fase intermedia entre el microbioma (las bacterias que conviven en nuestra piel, y que nos son propias) y nuestro sistema inmunológico. El cambio sobre este microbioma, favoreciendo la presencia de bacterias, como el Staphylococcus aureus, también altera la piel y favorece sus alteraciones objetivas (eccemas) y subjetivas (picor).
Así pues, podríamos decir que los dos factores más importantes en la producción del picor del paciente con piel atópica se encuentran en la sequedad de la piel por la alteración de la filagrina y en la presencia de bacterias no deseadas por alteración del microbioma.
Las recomendaciones de cómo debe ser la higiene del paciente con piel atópica es uno de los temas dermatológicos objeto de controversia histórica: bañar mucho, bañar poco, no bañar, usar jabón, no usarlo, baño largo o corto, caliente o frío, de día o de noche…
Este no es un tema menor. De hecho, la mayoría de las investigaciones recientes sustentan que uno de los pilares del tratamiento de la dermatitis atópica se encuentra en una higiene adaptada al paciente para conseguir una buena evolución de la enfermedad.
Se sabe desde hace tiempo que una adecuada higiene puede retrasar la aparición de brotes de eccema del paciente con piel atópica que estos sean menos intensos.
A este respecto, la mayoría de los trabajos apoyan lo siguiente:
Debe seguir normas similares a las de la piel, con un champú específico. Esto es, debe formar parte de la ducha o baño, pero usando un champú destinado a la piel atópica.
La importancia estriba en que, al lavar el cabello, es casi habitual que el champú escurra sobre la piel de otras zonas distintas del cuero cabelludo con el aclarado, actuando sobre ellas, aunque no sea esa la intención. Así pues, el champú debe tener características de “no agresión cutánea” para no actuar negativamente sobre la piel atópica del paciente.
Cuando la felicidad de tu hijo, empieza en su piel.
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